miércoles, 6 de marzo de 2013


                         Carta enviada por nuestro Hermano Gadea


La hermandad y la nueva evangelización

Hace unos días leía en un medio de comunicación nacional un artículo con un título muy llamativo: “Los españoles tiran de la Iglesia”. En él se decía que, aunque apenas ocupemos puestos de relevancia en el Vaticano, sobre nosotros recae el “peso de la evangelización” porque estamos al frente de las grandes organizaciones que desarrollan esta labor a lo largo y ancho del planeta. Jesuitas, Franciscanos, Maristas, Escolapios… son la vanguardia de una Iglesia que promueve una nueva evangelización.

El Año de la Fe es una oportunidad inmejorable para impulsar esa evangelización, un tiempo en el que el Papa nos ha invitado a ponerla  en práctica, a transmitir las enseñanzas y el ejemplo de Jesús. Convertirnos, sencillamente,  en misioneros, en una labor que empieza por nosotros mismos y por nuestro entorno más cercano. Y parte de él lo ocupan hoy nuestras hermandades penitenciales. Unas asociaciones destinadas a promover el culto público y realizar labores de apostolado, de evangelización, de caridad. Son, a fin de cuentas, excelentes instrumentos para encauzar, apoyar y difundir el mensaje de Jesús.
Un papel que vienen desarrollando desde su implantación y fulgurante desarrollo a partir del Concilio de Trento (1545-1564). Fue la gran respuesta de la Iglesia al protestantismo y a algunas de sus propuestas. Su rechazo al culto a las imágenes significó la explosión de unas tradiciones que han perdurado hasta hoy: el impulso de ese mismo culto a través de su exteriorización.

Las veteranas hermandades asistenciales dejan paso a estas nuevas formas devocionales que se convierten en piezas claves de estos nuevos tiempos. Curiosamente, las del Nazareno son las últimas en aparecer y las de menor vitalidad y recursos económicos, sin embargo despiertan muchísimo fervor popular.  Y Villalba y su hermandad nazarena no se han mantenido fuera de esa “ola” renovadora, ni entonces, ni ahora.
Su historia a lo largo de estos siglos no es más que el reflejo de una sociedad que va cambiando, evolucionando, transformándose, pero que mantiene algo inalterado a lo largo de los años: fueron y siguen siendo, una poderosa herramienta destinada a seguir sirviendo a una Iglesia que hoy reclama una nueva Evangelización, más cercana, más próxima.

Si bien estas corporaciones nacieron como organizaciones dedicadas al culto hoy son ejemplo de compromiso y militancia activa acorde con los tiempos.  Las hermandades y cofradías  siguen siendo, definitivamente,  instrumentos indispensables de una iglesia, la nuestra, que si bien no tiene poder en las altas esferas vaticanas  es firme en su constancia, en su voluntad y en su entrega a quienes más lo necesitan, que somos todos.  

Su presente lo vamos viviendo día a día y su futuro, más que nunca, está ligado al trabajo “por el alimento que perdura para la vida eterna”. 

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